Seguramente muchos de los lectores han escuchado alguna vez “Taxman” de The Beatles, pero pocos habrán reparado en el título y letra de la canción.
Taxman fue el primer lanzamiento del álbum “Revolver”, es también conocida por haber sido el primer tema íntegramente escrito por George Harrison. La traducción de Taxman al castellano podría resumirse en: “recaudador de impuestos” figura que por aquel entonces no debía agradar mucho a los 4 de Liverpool.
Así, en la letra podemos encontrar una potente carga de protesta:
“Si conduces un coche, gravaré la calle.
Si intentas sentarte, gravaré tu asiento.
Si tienes demasiado frío, gravaré la calefacción.
Si tomas una caminata, gravaré tus pies.”
“Déjame contarte como será,
Una para ti, diecinueve para mí.
Porque soy el recaudador de impuestos, si, soy el recaudador de impuestos.
Si cinco por ciento parece demasiado poco
Agradece que no me lleve todo.
Porque soy el recaudador de impuestos, si, soy el recaudador de impuestos. “
«Taxman» es a menudo considerada como la primera canción «política» de la banda. En ella se habla con cierta ironía sobre la cantidad abusiva que llegaban a pagar las grandes fortunas en su impuesto sobre la renta. Aquel impuesto poco o nada tiene que ver con el tipo habitual que encontramos hoy en los países de la Unión, y en el caso de Gran Bretaña de los años 60 podía llegar ser un 95% total de las ganancias. Sí, un 95%.
El tema se lanza en 1966 bajo el gobierno de Harold Wilson (Partido Laborista). El primer ministro se había propuesto conseguir una política de justicia social para sus ciudadanos a base de, entre otras medidas, una férrea presión fiscal a las grandes fortunas. Sin quererlo, Los Beatles se habían convertido en ejemplo y al mismo tiempo «victimas» del propio sistema.
Por un lado habían conseguido ser un referente generacional de las oportunidades que promulgaban los laboristas; una gran Bretaña sin diferencia de oportunidades entre las clases sociales. Los 4 miembros de la banda daban buen ejemplo de ello, provenían de una ciudad alejada de Londres (Liverpool) hijos de personas de clase trabajadora, pero con un éxito de ventas tal, que sin darse cuenta se habían condenado a pagar un abusivo tipo de impuesto sobre sus ganacias.
La alta presión fiscal a las grandes fortunas era una cuestión generalizada en los países más desarrollados de la Europa de los años 60. Sin embargo, en aquel momento llevó a que artistas de talla internacional como David Bowie, The Rolling Stones o los propios Beatles junto con otras grandes fortunas acabaran exiliándose fiscalmente en países como: Barbados, Suiza o Estados Unidos.
El cambio de domicilio como novedosa maniobra de escapismo fiscal no pasó desapercibida para la sociedad inglesa de la época. Los ingleses pusuieron en tela de juicio estas fugas a paraisos fiscales y desde los medios se generalizaron los ataques que acusaban a estos artistas como “antipatriotas”, aunque finalmente ello no llego a suponer un obstáculo que pudiera menoscabar su fama ni su exitosa trayectoria posterior.
Volviendo al presente, hoy por hoy sería impensable un tipo tan elevado de impuesto. Nuestra Constitución recoge en su artículo 31 que el límite de la progresividad del sistema tributario está en que el impuesto no tenga carácter “confiscatorio”.
Sin embargo, también deberíamos reflexionar sobre las oportunidades y servicios sociales de calidad que la generación de los Beatles pudieron disfrutar . El potente sistema de salud, educativo y de desarrollo al que se llegó en aquella época (y que todavía a día de hoy sigue gozando de un merecido prestigio) es cosa casi impensable en nuestros días.
Es curioso pensar en que aquella Gran Bretaña del año 66 no está tan lejos en el tiempo, pero sí en cuestiones de recaudación estatal y política social. Mucho y muy rápido han cambiado las cosas viendo como nuestro propio gobierno intenta atraer fortunas con Amnistías Fiscales que rebajan drásticamente el tipo impositivo al que tendrían que enfrentarse si fuesen declaradas correctamente dentro de nuestras fronteras, o que la tasa máxima a la que pueden llegar a tributar las grandes fortunas nacionales apenas excede unos puntos porcentuales de la mitad del tipo que pagaban los Beatles.
Como cantaba Dylan: «times, they are a changing»
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