Si hay una personalidad mayúscula en nuestra literatura que haya levantado admiración en todas las épocas esa es la de Miguel de Cervantes. No solamente por sus obras, sino por toda una vida absolutamente azarosa, llena de aventuras y digna de ser contada.
Al servicio de un cardenal en Italia, soldado en la batalla de Lepanto (donde pierde la movilidad de una mano debido a un arcabuzazo), cautivo en Argel por berberiscos… Es tal la magnitud del personaje que incluso hoy siguen despertando expectación la búsqueda de sus restos mortales.
Lo que muy poca gente conoce es que, durante un tiempo, Cervantes estuvo al servicio de la Hacienda Real de Felipe II. Su primer trabajo para la Administración fue el de comisario de abastos. Su labor consistía en requisar trigo de los campesinos de Andalucía con el fin de aprovisionar las naves del rey. A priori, lo que parecería un trabajo a la altura de muy pocos privilegiados se convertiría en una fuente de aventuras y desventuras que lo llevará a recorrer buena parte de la zona sur de España.
Con dicho trabajo se ganó la antipatía de muchos campesinos a los que incluso debía encarcelar por no obedecer el mandato real de entregar el trigo. Tanto es así que en aquella época además de las antipatías mencionadas también se ganó una excomunión tras requisar el trigo de un eclesiástico y una orden de encarcelamiento dictada por un comendador que no consideraba legítimos sus requerimientos. Ser recaudador de impuestos en la España del siglo XVII no era tarea fácil, ni poco peligrosa.
Tras continuar un tiempo su labor como comisario de abastos, esta vez requisando aceite, su labor fue «recompensada» nombrándole recaudador de impuestos atrasados. Su trabajo consistía en ir casa por casa de deudores de la Hacienda Real para cobrar los tributos pendientes de pago.
La mala suerte quiso que, durante el desempeño de su trabajo, el banco donde depositaba las cantidades cobradas quebrase. Esta circunstancia hizo responsable de Miguel de Cervantes de dichas cantidades, por lo que tuvo que pasar cuatro meses en la Cárcel Real de Sevilla. Se dice que es en esta prisión donde Cervantes idea «el Quijote».Por lo que se observa el trabajo de recaudador no solo era peligroso de por sí dada la hostilidad de la población contra la figura del recaudador Real, si no que incluso podía llegar hasta la responsabilidad personal por actos ajenos (cosa que hoy sería impensable).
Como podemos ver, la vida del Príncipe de los Ingenios está repleta de situaciones pintorescas que hacen incluso más atractivo al personaje histórico. Podríamos aventurarnos a decir que todos esos lances pasados en el desempeño de su trabajo, todas esas situaciones de enfrentamiento directo con gentes de diferentes pueblos y las muchas noches pasadas en fondas de mala muerte forman de alguna manera parte de «El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha».
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